Ir al contenido principal

Dios es Amor

Meditación sobre 1 Jn 4,7-21


Lo que vamos a escuchar ahora contiene una poderosa revelación. Son palabras de una riqueza inagotable que hay que meditar una y otra vez en la oración.


Queridísimos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor. 

   En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene, en que Dios envió al mundo a su Hijo Único para que recibiéramos por Él la vida.  En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. 


San Juan nos invita a recorrer el camino que nos introduce en la comunión de conocimiento de amor y de vida del Dios que es Amor. El Dios de los cristianos no es un sujeto solitario, mudo porque no tiene con quién hablar, y ajeno al amor porque no tiene a quien querer; un individuo encerrado en sí mismo desde toda la eternidad. Dios es comunión familiar de Personas. El camino que nos lleva al Dios que es Amor, es un camino que se recorre amando –no hay otro modo–, es el camino que recorren los hijos amados de Dios. 


Dios es Amor, y su amor se manifiesta en que nos envía a su Hijo Único para reconciliarnos con Él. Es lo que víctima de propiciación por nuestros pecados significa. Solo entonces podrá darnos el poder de llegar a ser sus hijos. Solo entonces podremos conocer al Padre. 

   Jesucristo es la manifestación del amor que Dios nos tiene. Si miras a Jesús en Belén, en Nazaret, en los caminos de Galilea, en la Cruz y en la Eucaristía, lo primero que conoces es el amor que Dios te tiene. Y conoces el designio de Dios para ti: darte el poder de llegar a ser su hijo amado.


Queridísimos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto nunca; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. Conocemos que permanecemos en Él y Él en nosotros en que nos ha dado de su Espíritu. 

   Y nosotros mismos hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es Amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.


Dios es Amor. Pero a Dios nadie le ha visto nunca. Con la acción de su Espíritu, podemos dar testimonio del amor que Dios nos tiene porque nos envía a su Hijo como Salvador del mundo. Por eso, el que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Así conocemos y creemos en el amor que Dios nos tiene. Y concluye: Dios es Amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.


En esto alcanza el amor su perfección en nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio, porque tal como es Él, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor supone castigo, y el que teme no es perfecto en el amor. 

   Nosotros amemos, porque Él nos amó primero. Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de Él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano.


El amor alcanza su perfección en nosotros, en que tengamos confianza en el día del Juicio. En el amor no hay temor. 

   Qué poderoso es este último párrafo. 

   


Comentarios

Entradas populares de este blog

Las mujeres de Galilea

Meditación sobre el Evangelio de San Lucas  Después de relatarnos el encuentro de Jesús con la pecadora arrepentida, San Lucas nos dice: Y aconteció luego de esto que recorrió Él una tras otra las ciudades y aldeas predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios. Con Él iban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, la llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios, y Juana, la mujer de Cuza, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas, las cuales le servían de sus bienes. Qué tierra tan privilegiada es Galilea. En Galilea se encarnó el Hijo de Dios, allí vivió la Sagrada Familia tantos años, y en esa región comenzó Jesús a proclamar la Buena Nueva de Dios. Ninguna otra tierra en el mundo ha tenido una relación tan estrecha con el Señor. Los escrituristas que conocen bien esta región  consideran que ha dejado una huella profunda en Jesús, y que sus parábolas se adaptan admirablemente a Galilea: a lo amab

La Asunción de María

Meditación sobre Jn 17,24-26 Jesús termina la oración en el Cenáculo: “Padre, los que Tú me has dado quiero que donde Yo esté estén también conmigo; para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo”. Jesús nos ve como un don que el Padre le ha hecho; por eso quiere tenernos con Él. Esta petición se refiere de un modo especial a su Madre, que es el don por excelencia que el Padre le ha hecho; el don insustituible. La Redención es la obra de la Santísima Trinidad y del «Sí» de María. Por, en un sentido propio, a quien Jesús quiere tener junto a Él para que contemple su gloria es a su Madre. La Asunción de la Madre es la respuesta de Dios Padre a la petición de su Hijo.    Jesús quiere tener a su Madre junto a Él en el Cielo como la ha tenido siempre en la tierra. Y que el corazón de su Madre, junto al que empezó a latir el suyo, y que fue traspasado por el dolor en el Calvario, siga latiendo –ahora lleno de alegría– junto a Él en la gl

Yo soy la vid verdadera

Meditación sobre Jn 15,1-8 Para expresar el amor de Dios por su pueblo los Profetas de Israel recurren a distintas imágenes; todas son preciosas. Una de estas es la imagen de la viña: Dios es el viñador e Israel es su viña exquisita. Página conmovedora es la canción de la viña del profeta Isaías: Voy a cantar a mi amigo la canción  de su amor por su viña.  Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y despedregó,  y la plantó de cepa exquisita.  Edificó una torre en medio de ella,  y además excavó en ella un lagar.  Y esperó que diese uvas,  pero dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén  y hombres de Judá,  venid a juzgar entre mi viña y yo:  ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña,  que no se lo haya hecho yo?  Yo esperaba que diese uvas.  ¿Por qué ha dado agraces? La viña ha defraudado las esperanzas y los cuidados del viñador. Israel no ha dado el fruto de santidad y justicia que Dios esperaba. Ahora escuchamos a Jesús en el Cenáculo: “Yo soy la vid verdadera, y