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Mostrando entradas de octubre, 2021

No temas; tan sólo ten fe

Meditación sobre Mc 5,21-43 Los Evangelios están cuajados de encuentros de Jesús con muy diversas personas. Revelan así la razón de la Encarnación del Hijo de Dios, que ha venido a encontrarse con cada uno para llevarnos a la casa de su Padre. El cristianismo es un encuentro personal con Jesucristo. En esta página de Marcos vamos a asistir a tres encuentros del Señor. El primero:  Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente. Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga llamado Jairo y, al verle, cae a sus pies y le suplica con insistencia diciendo: “Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva”. Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. El amor a su hija mueve a este hombre a ir al encuentro de Jesús. Qué acertado está. Jesús ha venido al mundo a traernos la vida que Él recibe del Padre. Sólo en Él hay salvación y vida, que nunca nos negará si se la pedimos con

Espíritu inmundo, sal de este hombre

Meditación sobre Mc 5,1-20 Jesús pasa a la ribera oriental del lago de Genesaret. Le acompañan sus discípulos. Vamos a asistir al encuentro de Jesús con un hombre que necesita su ayuda. Y llegaron al otro lado del mar, a la región de los gerasenos. Apenas saltó de la barca vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espíritu inmundo, que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hiriéndose con piedras. Qué panorama tan triste el que Jesús se encuentra. La descripción impresiona: ¿dónde ha quedado la sociedad humana? ¿dónde la comunión de vida y amor que es el proyecto de Dios al crear el mundo? Las palabras que resaltan de esta breve presentación son: sepulcros, cadenas y grillos, noche y día, gritos y heri

¡Calla! ¡Enmudece!

  Meditación sobre Mc 4,35-41 Jesús ha comenzado el día enseñando a orillas el mar de Galilea. En la misma barca desde la que ha predicado decide pasar a la otra orilla. Anochece. Jesús se va a quedar dormido. Con la llegada de la noche y el sueño de Jesús el mar se transforma, y lo que durante el día había sido el amable escenario desde el que Jesús ha proclamado su Palabra de vida, ahora se convierte en una realidad tenebrosa portadora de muerte: Y aquel mismo día, llegado el atardecer, les dice: Pasemos a la otra orilla. Y después de dejar a la gente, se lo llevaron tal como estaba en la barca;  y había con Él otras barcas. Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban sobre la barca hasta el punto de que ya la barca se inundaba. Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal; y le despiertan, y le dicen: Maestro, ¿no te da cuidado que perezcamos? Y ya despierto increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla! ¡Enmudece! Y se calmó el viento y sobrevino una gran calma. E

No améis el mundo

Meditación sobre 1 Jn 2,1-17 En esta carta el apóstol se dirige a los cristianos con el mayor afecto. Con el mismo afecto le escuchamos: Hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos un intercesor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. Qué palabras tan esperanzadoras. Cómo contrasta la sencillez de su consejo paterno con la poderosa revelación que nos hace. El contraste responde a que cada uno de nuestros pecados, por muy trivial que nos parezca, vive en el horizonte escatológico, en el ámbito de las realidades últimas donde nos jugamos la salvación. Por eso sólo Jesucristo, que es el Hijo y el Justo, puede ser nuestro intercesor ante el Padre; y sólo Él puede cargar con los pecados del mundo entero en la Cruz. En este horizonte hay que escuchar el hijitos míos, os escribo esto para que no pequéis .  La Carta continúa: En esto sabemos qu