Meditación sobre Jn 10,11-21
El libro del profeta Ezequiel nos revela el amor del Dios de Israel por su pueblo con la imagen del pastor:
Porque así dice el Señor Yahveh: “Aquí estoy Yo; Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré Yo por mis ovejas. (...) Yo mismo apacentaré mis ovejas y Yo las llevaré a reposar”; oráculo del Señor Yahveh.
Qué fuerza tiene ese «Yo mismo» que Dios pronuncia. Es una promesa que Dios cumplirá en Jesucristo. Así lo dice San Pablo escribiendo a los Corintios:
Por la fidelidad de Dios, que la palabra que os dirigimos no es sí y no. Porque Jesucristo, el Hijo de Dios –que os predicamos Silvano, Timoteo y yo– no fue sí y no, sino que en Él se ha hecho realidad el sí. Porque cuantas promesas hay de Dios, en Él tienen su sí; por eso también decimos por su mediación el amén a Dios para su gloria.
Con este horizonte escuchamos a Jesús:
“Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas”.
Día grande aquel en el que el Señor nos reveló que en Él está Dios cuidando de su rebaño y velando por él. A Jesús le importamos. Mucho. Hasta el punto de dar su vida por nosotros. Por cada uno. A Jesús le pertenecemos porque somos un don que el Padre le ha hecho. Y porque nos ha comprado al precio de su Sangre. Jesús no tiene miedo a ningún lobo. Podemos vivir tranquilos. Él nos protege y nos defiende. Pedirle al Señor la gracia de crecer en la conciencia de que es nuestro Pastor.
Jesús sigue profundizando este misterio de amor de Dios por nosotros:
“Yo soy el buen Pastor. Y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y Yo conozco a mi Padre; y doy mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor. Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; Yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre”.
El Hijo de Dios ha venido al mundo a introducirnos en la relación de conocimiento que Él tiene con su Padre. Para eso dará su vida sus ovejas. Por eso le ama el Padre. Esta es una de las claves del insondable misterio que es la Cruz. Misterio de obediencia, de amor y de vida, porque Jesús da su vida para hacernos hijos amados de su Padre Dios. El designio de Dios es que haya un solo rebaño y un solo Pastor. Por eso la Iglesia
El desenlace:
Se produjo otra vez una disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: “Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le escucháis?” Pero otros decían: “Esas palabras no son de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?”
Jesús es signo de contradicción. Escuchas sus palabras y necesariamente tienes que tomar partido: ¿quién es el «yo» que dice «yo soy»? Si es el yo de un hombre, lo que dice es un despropósito. Pero si es el Yo de Dios Hijo, entonces sus palabras son lo único que tiene valor en nuestra vida, porque en Él ha venido Dios a apacentar sus ovejas y llevarlas a reposar. El relato queda abierto; cada uno tiene que decidir.
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