Meditación sobre Ga 5,16-25 Nos dice San Juan que Jesús, hablando en el Templo de Jerusalén, nos reveló: “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre, mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres”. De la verdadera esclavitud, que es la del pecado, sólo Dios nos puede liberar. Para darnos su libertad ha venido el Hijo de Dios al mundo. Así podremos quedarnos en la Casa del Padre para siempre. Como hijos. No hay otra verdadera libertad que la de los hijos de Dios. Con este horizonte escuchamos San Pablo: Para ser libres nos liberó Cristo. Manteneos, pues, firmes, y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud. Es un verdadero grito de victoria. Y una propuesta de vida. La libertad con la que Cristo nos ha liberado nos hace capaces de luchar y vencer. En esta vida la libertad es lucha. Así lo expresa el Apóstol: Por mi parte os digo: caminad en
Meditaciones para amigos