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Mostrando entradas de mayo, 2024

«Bienaventuranzas» y «Ayes»

  Meditación sobre Lc 6, 12-26 Hablando de Jesús, nos cuenta Lucas: En aquellos días salió al monte a orar y pasó toda la noche en oración a Dios.  Qué expresión tan poderosa. Jesús, a solas en el monte, envuelto en la oscuridad, pasa la noche en oración a Dios. Con esa oración comenzará una etapa decisiva de la Redención, una etapa que arrancará con la elección de los Apóstoles. La luz del amanecer iluminará ya un nuevo mundo. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y de entre ellos eligió a doce, a los que denominó apóstoles: Simón, a quien también llamó Pedro, y su hermano Andrés, Santiago, Juan, a Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago de Alfeo, Simón, llamado Zelotes, Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor.  Los Doce son elegidos de entre los discípulos y, enseguida, reciben el apelativo de «apóstoles». Hay clara distinción entre los discípulos en general y el grupo de los Doce, a los que Jesús elige nominal y personalmente. La referencia al traidor –el

Él dará testimonio de mí

Meditación sobre Jn 15,26-16,49 Después de la terrible palabra en la que Jesús nos ha revelado el odio del mundo a su Padre y a  Él mismo, el Señor continúa:  “Cuando venga el Paráclito, que Yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio”.  Jesús nos revela un aspecto importante del misterio de la Santísima Trinidad y de su relación con nosotros. Hay que meditar cada una de esas pocas palabras. El Padre nos ha enviado a su Hijo, y el Hijo nos enviará al Espíritu de la verdad de junto al Padre. Ambos, el Hijo y el Paráclito, proceden del Padre. Qué importancia tiene este «venir» del que habla Jesús.    El Espíritu de la verdad dará testimonio de Jesús. Jesús es la Verdad; por eso, el Paráclito, que da testimonio de Jesucristo –y no habla de otra cosa–, es el Espíritu de la verdad. Sólo con su asistencia se puede salvar la distancia insalvable e

La confianza en Dios

  Meditación sobre Rom 8,31-39 El Apóstol cierra este admirable capítulo de su  Carta con un himno al Amor de Dios: Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios y que intercede por nosotros?  Estamos en el corazón del cristianismo: Dios está por nosotros . Y lo está hasta el extremo de entregar por nosotros a su propio Hijo. Qué fuerte es la expresión: El que no perdonó ni a su propio Hijo . Una vez que Dios nos ha dado a su Hijo, nos dará con Él todas las cosas. Ya nadie podrá ya condenarnos. El Apóstol no puede expresar con más fuerza el amor que Dios nos tiene y la seguridad que le da ese amor.     ¿Quien condenará? Y la respuesta de Pablo a esta pregunta retór

La filiación divina del cristiano

Meditación sobre Rom 8,14-30 San Pablo acaba de decirnos: Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis. Nosotros no somos deudores de la carne; somos deudores de Dios y de la vida que de Él recibimos. Fuera de este don todo conduce a la muerte eterna. En esta línea el Apóstol continúa: En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: “¡Abbá, Padre!” El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, con tal de que padezcamos con Él para ser con Él también glorificados.  La clave del párrafo está al final: para dejarnos guiar por el Espíritu de Dios

La vida en el Espíritu

  Meditación sobre Rom 8,1-13  El Apóstol comienza comienza el capítulo, que tiene una importancia grande en la Carta a los Romanos, con una afirmación decisiva: Así pues, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da vida en Cristo Jesús, te ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la Ley, reducida a la impotencia de la carne, Dios lo ha hecho posible: enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y a causa del pecado, ha condenado el pecado en la carne, a fin de que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos según la carne, sino según el Espíritu. Qué revelación tan preciosa. El núcleo es, como siempre, el amor que Dios nos tiene, ese amor que le lleva a enviarnos a su propio Hijo para condenar el pecado en la carne. Y, como siempre, la centralidad de la Encarnación, de la Cruz, y del envío del Espíritu, que da la vida en Cristo Jesús. Así, liberados de la

Os conviene que Yo me vaya

Meditación sobre Jn 16,5-15 La conversación de Jesús con los suyos en el Cenáculo es una larga despedida. Se acerca el final: “Ahora me voy a aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Dónde vas? Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza”.  Jesús vuelve al Padre. Tiene que culminar la obra de la Redención y reconciliarnos con Él. El corazón de sus discípulos se llena de tristeza. ¿Qué va a ser de ellos sin su Maestro? Qué hora tan dolorosa para los apóstoles. Después de tres años de convivencia estrecha ahora el Señor les va a dejar. ¿Qué será su vida sin Él? ¿Qué será de ellos en un mundo que los odia y los va a perseguir con saña, como Jesús les acaba de decir con terrible claridad? El Señor les tranquiliza: todo responde al designio de salvación de Dios: “Pero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito, pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga convencerá