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Mostrando entradas de junio, 2023

Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo

Meditación sobre Mt 16,13-23 Con las dos preguntas que le vamos a escuchar, Jesús abre espacio a una poderosa revelación. La primera: Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas”. Estos galileos, que llevan tiempo escuchando predicar a Jesús y viendo su compasión con las personas, han sido testigos de los muchos milagros que ha realizado. Con la sabiduría de Israel, conocen que Jesús es un hombre de Dios. Ahora la pregunta decisiva, la que Jesús nos dirige a cada uno y de cuya respuesta depende nuestra vida: Díceles Él: “Y vosotros ¿quién decís que soy Yo?” Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y Yo a mi ve

Dignos de Cristo

Meditación sobre Mt 10,32-39 De las instrucciones que Jesús dio a sus discípulos cuando los envío en misión apostólica: “A todo el que me confiese delante de los hombres, también Yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Pero al que me niegue delante de los hombres, también Yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”.  En el encuentro con Nicodemo, Jesús reveló:  “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios”. Éste es el horizonte para entender lo que Jesús nos dice acerca de confesarlo delante de los hombres. Lo único verdaderamente importante en nuestra vida es creer en el Nombre del Hijo único de Dios y que, cuando llegue la hora, escuchemo

Omnipotencia suplicante

Meditación sobre Jn 16,12–15 Jesús, en el Cenáculo, a punto ya de dejar a sus discípulos, les revela:  “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros”. En ese «de lo mío» que el Hijo recibe del Padre y que el Espíritu de la verdad nos va revelando desde que vino a nosotros, está contenida la vida de Jesús, todas sus palabras y sus obras. El Espíritu Santo va grabando su revelación en la vida de la Iglesia que es, así, el horizonte hermenéutico para conocer a Jesucristo. Nos centramos en la oración de intercesión de Jesús en la Cruz. Nos dice San Lucas: Cuando llegaron al lugar llamado «Calavera», le crucificaron allí a él y

El contraste

Meditación sobre Mc 12,38-44  El Salmo 150, que cierra el Salterio, expresa el deseo profundo del Israel fiel:   ¡Aleluya! Alabad a Dios en su santuario,  alabadle en el firmamento de su fuerza. Alabadle por sus grandes hazañas,  alabadle por su inmensa grandeza.  Alabadle con clangor de cuerno,  alabadle con arpa y con cítara.  Alabadle con tamboril y danza,  alabadle con laúd y flauta.  Alabadle con címbalos sonoros,  alabadle con címbalos de aclamación.  ¡Todo cuanto respira alabe a Yahveh! ¡Aleluya! En este precioso Salmo está contenida la vocación de Israel: que en el Templo de Jerusalén y en el Templo de la Creación, todo cuanto respira entone una rica sinfonía de alabanza de Dios. Éste es el servicio que, durante siglos, Israel prestó a todos los pueblos de la tierra; desde el corazón del Israel fiel se elevó hasta el Trono de Dios un canto de alabanza que contenía todo lo verdadero y noble de todas las gentes. Con este horizonte escuchamos a Jesús. Estamos en el Templo de Jerus

Yo soy la Puerta

Meditación sobre Jn 10,1-10 Jesús, en esta preciosa página del Evangelio de San Juan, nos revela quién es Él y para qué ha venido al mundo. Lo hace con las imágenes del pastor, el rebaño y el redil, que tan larga tradición tienen en las Escrituras de Israel para expresar el cuidado de Dios por su pueblo. Escuchemos. “En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”. Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.      Entonces Jesús les dijo de nuevo: “En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puer

Yo estoy con vosotros

  Meditación sobre Mt 28,16-20 San Mateo nos dice que las primeras personas a las que Jesús se apareció en la mañana de la Resurrección fueron María Magdalena y la otra María. Sucedió así:  Jesús les salió al encuentro y les dijo: “¡Dios os guarde!” Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron. Entonces les dice Jesús: “No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”. Las mujeres cumplen el encargo. El encuentro en Galilea es la última página del Evangelio de San Mateo. ¿Qué sentimientos llenarían el corazón de Jesús Resucitado al volver a su patria?  Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verlo le adoraron; algunos sin embargo dudaron.     Jesús se acercó a ellos y les habló así: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mand