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Mostrando entradas de 2022

Si nos acusa el corazón

Meditación sobre 1 Jn 3,11–22 El mensaje que Dios nos dirige desde el principio es que nos amemos unos a otros. Así se lo pidió a Caín cuando vio lo que se estaba fraguando en su corazón:  Yahveh dijo a Caín: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado, acechando como fiera que te codicia y a quien tienes que dominar” .  Caín no escucha a Dios: Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos al campo”. Y cuando estaban en el campo, Caín se alzó contra su hermano Abel, y lo mató . El Señor le manifiesta su tristeza:  Yahveh dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” Contestó: “No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?” Replicó Yahveh: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo” .  Qué terribles las dos preguntas que Dios dirige al que acaba de matar a su hermano. Preguntas a las que responde la sangre derramada de Abel. El Hijo de Dios escuchará el

Visitación de María a Isabel

Meditación sobre Lc 1,39-56 En la visita que el ángel Gabriel hizo a María le reveló: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios . Y, acogiendo una sugerencia del ángel, María se pone en camino. La Madre y el Hijo comienzan a recorrer los caminos de la tierra para llevar la Salvación a todos los hombres. Así será siempre. Los dos. La Madre y el Hijo juntos. En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo y exclamó con una gran voz: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno! Y ¿de dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a mí? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Bienaventurada la que ha creído qu

Nacimiento de Jesús

Meditación sobre Lc 2,1-20 El lugar del nacimiento de Jesús lo determina algo tan fortuito como un viaje motivado por un tema tan prosaico como los impuestos. Mientras el gran Imperio Romano alardea de poder con el censo, nace el que pondrá fin a todos los imperios de este mundo, ante el que se doblará toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos. Realmente, qué misterioso es el modo de obrar de Dios, y qué valor tienen a sus ojos las circunstancias ordinarias de la vida. Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días

Ricos ante Dios

Meditación sobre Lc 12,13-21 Nos dice el evangelista que una gran muchedumbre se ha reunido para escuchar a Jesús. Uno de la gente le dijo: “Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo”. Jesús le respondió: “Hombre, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?” Y les dijo: “Mirad y guardaos de toda codicia porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes”. En la sinagoga de Cafarnaúm Jesús nos revela:  “He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” .  El Señor tiene claro que lo que no pertenece a ese hacer la voluntad del Padre que le ha enviado no le atañe. Con la respuesta a este hombre, Jesús nos dice: céntrate en la misión que Dios te ha encargado; vive desde su voluntad para ti; desentiéndete del resto. Solo viviendo desde la voluntad de Dios nuestra vida está asegurada para la eternidad. Y lo que no asegura la vida eterna no tiene ningún valor. Los bienes de este mundo –por muchos q

Permanecer en el Hijo y en el Padre

Meditación sobre 1 Jn 2,18-29 Estamos en la última horra; el hombre, cada hombre, vive en el horizonte del Juicio; nos vamos juzgando día a día con nuestras decisiones; es lo que nos dice esta Carta: Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.  Muchos cristianos han dejado la Iglesia y ahora son enemigos de Cristo; y procuran apartar a los hombres de la verdad de Cristo. Son anticristos. El apóstol previene a los suyos para que estén vigilantes y no se dejen apartar del Señor: Hijos míos, es la última hora . Es la hora en la que queda claro quien es de Cristo y quien no. Por eso la última hora no tiene un sentido cronológico sino soteriológico, de salvación. S

Permanecer en Jesucristo

Meditación sobre 1 Jn 3,1-10 San Pablo, en la Carta a los Gálatas, nos dice: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. Que podamos clamar a Dios ¡Abbá, Padre! es el misterio que está en el corazón del cristianismo. Un misterio que tiene su principio y es fruto del amor que nuestro Padre Dios nos tiene: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esper

El signo del pan

Meditación sobre Jn 6,1-15 El capítulo sexto del evangelio de San Juan, centrado en la revelación que Jesús hace de la Eucaristía en la sinagoga de Cafarnaúm, es de una importancia extrema para la vida de la Iglesia. El evangelista lo introduce con el gran signo del pan: Después de esto partió Jesús al otro lado del mar de Galilea, de Tiberíades, y le seguía una gran muchedumbre, porque veían las señales que hacía con los enfermos.  La muchedumbre que sigue a Jesús hasta el otro lado del mar es gente que busca la vida, porque la vida es el verdadero anhelo del corazón humano. Hemos sido creados por el Dios vivo y hemos sido creados para la vida, para la vida plena, para la vida eterna. Las curaciones que el Señor realiza son señales de que con Él ha llegado el Reino de Dios, la vida que la humanidad esperaba desde que, a raíz del pecado del origen, la muerte se enseñoreó de la creación. Por eso las obras de Jesús son, para el que quiere ver, signos que llevan a la fe en Él. Subió Jesús

El encuentro con Bartimeo

Meditación sobre Mc 10,46-52 El evangelista nos ha dicho que Jesús y los suyos iban de camino subiendo a Jerusalén. El Señor ya les ha revelado lo que allí le espera. La última etapa del camino arranca en Jericó.  Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino pidiendo limosna. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos le increpaban para que callara, pero él gritaba mucho más: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llamadle”. Llaman al ciego, diciéndole: “¡Ánimo, levántate! Te llama”. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” El ciego le dijo: “Rabbuní, ¡que vea!” Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha salvado”. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino. En cuanto Bartimeo se pone a gritar