Meditación sobre Jn 6
Jesús, en el Cenáculo, a punto de partir al encuentro con la Cruz nos revela:
“No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”.
El Hijo de Dios ha venido al mundo para ofrecernos su amistad e introducirnos en la intimidad que Él tiene con su Padre. Vamos a escucharle tres palabras en las que nos revela lo que ha oído a su Padre. Las pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm. La primera pone el sello a un consejo que da Jesús a los que están con Él:
“Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello”. Ellos le dijeron: ”¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?” Jesús les respondió: “La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado”.
Solo el Padre puede llevarnos a conocer a Jesús y a creer en Él. No hay ciencia humana que nos pueda llevar desde Jesús de Nazaret al Hijo único de Dios. Eso es la obra de Dios. Ĺa clave del cristianismo no es lo que nosotros obramos, sino que dejamos obrar a Dios.
La fe en Jesús lo transforma todo. Creer en el que Dios ha enviado nos da el poder de convertir los trabajos ordinarios de nuestra vida en obras de Dios, obras que Dios acepta con agrado, obras que permanecen para la vida eterna.
Después de revelarnos la obra de Dios, Jesús nos va a revelar su voluntad:
“Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que Él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y que Yo lo resucite el último día”.
Jesús nos ve como un don que el Padre le hace; por eso ni nos echará fuera ni nos perderá. Lo que hará será cumplir la voluntad del Padre y resucitarnos el último día, darnos a participar plenamente de su filiación divina.
Ese día Jesús habrá cumplido la voluntad del que le ha enviado, y si nosotros pertenecemos al grupo de sus elegidos, a los que ven al Hijo y creen en Él, ese día se habrá cumplido la voluntad de su Padre Dios para nosotros.
Ahora Jesús revela la voluntad de su Padre Dios desde otro ángulo:
Los judíos murmuraban de Él porque había dicho: Yo soy el Pan que ha bajado del cielo. Y decían: “¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?”
Jesús les respondió: “No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y Yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los Profetas: «Serán todos enseñados por Dios». Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí”.
La Humanidad de Jesucristo es la piedra de escándalo. Siempre ha sido así. Siempre será así. Por eso nadie puede ir a Él si no se deja llevar por la enseñanza del Padre; el que escucha y aprende, va a Jesús.
Llevarnos a Jesús es la voluntad del Padre, la obra del Padre, y la enseñanza del Padre. ¿Para qué? Para que nos resucite el último día. Y todo esto, ¿por qué? Por el amor que el Padre nos tiene y su deseo de tenernos con Él, como hijos, para siempre. Éste es el misterio del cristianismo.
Comentarios
Publicar un comentario