Meditación sobre Mc 10,13-16
En el encuentro con Nicodemo Jesús nos revela:
“Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él".
La salvación consiste en acoger el amor de Dios. Por eso la mejor imagen de cómo recibir el Reino de Dios es la de los niños, que viven seguros y felices en el amor de sus padres:
Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: “Dejad que los niños vengan a Mí; no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios. En verdad os digo: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él”. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
Jesús nos dice que todos los que han entrado en el Reino de Dios en estos dos mil años de vida de la Iglesia –muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas– lo han hecho porque han vivido su fe como niños. ¿Qué tienen en común gentes tan diversas como son los santos cristianos? Lo que tengan en común es a lo que se refiere Jesús cuando habla de ser como niños. Todos han tenido una profunda conciencia del amor que Dios les tiene, lo que ha llenado su vida de seguridad y alegría. Todos han luchado hasta la muerte para guardar los mandamientos de Dios y permanecer en su amor. Por eso ellos, y solo ellos, han recibido el Reino de Dios.
¿Hay algún Santo que haya entrado en el Reino de Dios de un modo especial? Sí, hay uno; solo uno. Nunca habrá otro. Es la Santísima Virgen María, la Madre de Jesús. El Espíritu Santo y la Iglesia nos dicen que Ella, solo Ella, está ya plenamente en el Reino de Dios y además, como Reina. Ése es el misterio de la Asunción. Jesús, como tantas veces, nos está hablando de su Madre. Y nos está dejando su biografía. Solo en Ella adquieren plenitud de sentido las palabras de Jesús.
Este breve relato nos revela también el misterio del corazón de Jesús: su amor por los niños. Le han pedido que los toque y Él los abraza y pone las manos sobre ellos para bendecirlos. Qué poco conocen todavía sus discípulos a Jesús. Nosotros conoceremos el corazón de Jesús y el deseo de darnos el Reino de Dios –para eso llegará a la Cruz– si nos dejamos llevar a Él como esos niños. Nuestra Madre nos llevará.
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