Meditación sobre Lc 12,35-48
Jesús nos da muchos consejos. Son consejos escatológicos –no sapienciales– que se ordenan a nuestra salvación, a llevarnos con Él a la casa de su Padre Dios. Y al Señor le da mucha alegría comprobar que obedecemos lo que nos dice que, como en el caso de estas palabras que le vamos a escuchar, cuando vuelve a casa nos encuentra haciendo lo que nos ha pedido. Y no solo una vez sino hasta la tercera vigilia. Y es que Jesús ha venido a hacernos felices a los hombres, y llamarnos a su servicio es la forma, la única forma, de conseguirlo. Escuchemos sus consejos:
“Tened ceñidas vuestras cinturas y encendidas las lámparas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos ellos!”
Dichosos los siervos... ¡dichosos ellos! Solo el Señor conoce plenamente el camino que a cada uno de nosotros nos lleva a la felicidad eterna. Ese camino lo expresa con la imagen del banquete en que el mismo Señor nos sirve a la mesa.
Ahora cambia el horizonte. Aparece el ladrón. Esto le sirve a Jesús para prevenirnos que su venida será inesperada.
“Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre”.
Estad preparados. Esta es la clave. El Hijo del hombre ha venido al mundo a buscarnos a cada uno y lo único realmente importante es que nos encuentre preparados. Una vez más Jesús deja claro que a Él le importa por encima de todo su encuentro con nosotros, y tiene la esperanza de que a nosotros nos importe por encima de todo nuestro encuentro con Él. Por eso el: Estad preparados.
Pedro hace un pregunta, y la respuesta de Jesús revela que lo que Él está buscando es al administrador fiel y prudente.
Dijo Pedro: “Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?” Respondió el Señor: “¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda”.
Ya no se encarece solo la vigilancia; ahora es la fidelidad y la prudencia lo que busca el Señor. Busca al administrador del que pueda fijarse. Si cuando vuelva lo encuentra haciéndolo así, dichoso aquel siervo; qué premio le espera.
Si lo pensamos bien, vemos que el Señor espera que cada uno, donde Él nos ha puesto, seamos ese administrador fiel y prudente en el que puede confiar.
Estas palabras de Jesús invitándonos a vivir pendientes de su venida dan a nuestra vida, a la más ordinaria de las jornadas de nuestra vida, un relieve y un alcance inimaginable; la abren al encuentro definitivo con Él.
Pero quizá el siervo puesto al frente del servicio, y que conoce la voluntad de su señor, se canse de esperar y decida desentenderse de ella. Entonces el contraste con el administrador fiel y prudente no puede ser más grande:
“Pero si aquel siervo se dice en su corazón: «Mi señor tarda en venir», y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y señalará su suerte entre los infieles. Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos.
El Señor termina:
“A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán”.
Y me parece que en el fondo de nuestra conciencia nosotros tenemos la completa seguridad de que se nos ha dado mucho.
Comentarios
Publicar un comentario