Meditación sobre Mc 6,1-6
La dignidad de Nazaret. Qué emoción debió sentir Jesús al entrar en esa sinagoga donde había acudido tantos años –muchos en compañía de José– al culto de los sábados. Ahora es Jesús el que enseña. El sábado y la sinagoga han cumplido su misión.
Jesús ha ido con sus discípulos. Cuando, más adelante, los discípulos experimenten el rechazo del anuncio del Evangelio se acordarán de que el Maestro fue rechazado en su patria. Y no se vendrán abajo. Comprenderán que Dios respeta la libertad del hombre y cuenta con ser rechazado. Jesús los está formando para el futuro. La formación de los discípulos es una de las líneas de fuerza del Evangelio de Marcos.
Salió de allí y vino a su patria, y sus discípulos le siguen. Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: ¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros? Y se escandalizaban a causa de Él.
Jesús les dijo: Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en su casa carece de prestigio. Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. Y se maravilló de su falta de fe.
La multitud queda maravillada al oírle, como desde hace dos mil años se maravilla todo el que de verdad escucha a Jesús. Y al que escucha a Jesús ese maravillarse le cambia la vida; el que no se maravilla al oír a Jesús es que no tiene fe en Él. Porque Jesús es la Palabra eterna de Dios, y su sabiduría procede de la profundidad del Misterio de la Santísima Trinidad. Pero a las gentes de Nazaret, aunque reconocen su sabiduría y saben de sus milagros, el conocer a Jesús como uno de los suyos les bloquea. Y así podrá suceder siempre, porque Jesús es uno de los nuestros, un verdadero miembro de la familia humana. Creer en Jesús es creer que es verdadero Dios y verdadero hombre. Quizá muchas veces el obstáculo es la Humanidad de Jesucristo.
Para sus conciudadanos les supone un obstáculo que Jesús sea el carpintero. Y menos mal que lo es. Para trabajar con manos de hombre ha venido el Hijo de Dios al mundo. A comenzar la verdadera historia del trabajo humano que Adán no quiso vivir. A liberar el trabajo de la terrible palabra del origen:
Al hombre le dijo: Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.
Trabajando en el taller de José, Jesús ha transformado el trabajo humano; y ha grabado el sello del taller de Nazaret en todo trabajo honrado: dará gloria a Dios, colaborará con la obra Redentora, estará al servicio de la vida, hará el mundo más humano. Esto es lo que diferencia el trabajo de otras actividades –a las que con frecuencia nos referimos con la misma palabra–.
Después del trabajo es la familia la piedra de tropiezo. Notable. Se asombran de conocer a su madre y a varios miembros de su familia. No deja de llamar la atención que sean judíos los que vean en la familia de Jesús una dificultad. En las Escrituras de Israel, desde el tiempo de los Jueces al libro de Tobías Dios ha ido educando a su pueblo en el valor de la familia, en la importancia única que la familia tiene en la obra de Salvación. La Alianza del Sinaí es una alianza familiar, y parte importante del hablar de los profetas sobre la relación de Dios con su pueblo es un lenguaje familiar –Dios es el Padre de su hijo Israel– y esponsal –Dios es el Esposo de la Hija de Sión–. Cuando la familia responde a su designio, Dios nos envía a su Hijo. Eso es la Familia de Nazaret.
El Hijo Unigénito viene a revelarnos que Dios es Familia; y a llevarnos a la familia de Dios como hijos. La Redención actúa en el ámbito familiar: la Trinidad, la Sagrada Familia, y toda familia en la que Jesús graba el sello de la Familia de Nazaret, que es ponerlo todo al servicio de la vida. Por eso el odio del Príncipe de este mundo –homicida desde el principio– a la familia cristiana.
Se preguntan las gentes que de dónde le viene a Jesús la sabiduría con la que enseña y el poder de hacer milagros. ¿De dónde le va a venir? Del Padre. A Jesús todo le viene del Padre. Del Padre recibe el amor y la vida que ha venido a traernos. Del Padre recibe la alegría y la paz que nos deja. Del Padre recibe las palabras y las obras que realiza. El Hijo vive vuelto hacia el Padre: orienta su vida por la voluntad del Padre; por eso renuncia a disponer libremente de sí mismo. Quizá la mayor falsedad sobre Jesús que el padre de la mentira ha inspirado fue cuando los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Está poseído por Beelzebul y por el príncipe de los demonios expulsa los demonios.
En este clima de falta de fe, Jesús no puede obrar. Deja claro con la referencia a los profetas que sabía lo que iba a pasar, pero eso no quita que le maraville la falta de fe de aquellos hombres. Otras veces Jesús se maravilla de la fe de una persona, como en el encuentro con la cananea: Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Entre estos dos extremos se mueve nuestra vida. La fe es la puerta que abre nuestra vida a Jesucristo. Por eso hay que pedirle al Señor que nos aumente la fe hasta que pueda admirarse. No estamos aquí para ser unos mediocres.
El relato termina:
Y recorría las aldeas en torno enseñando.
Ha ido a Nazaret a enseñar. No ha sido acogido, salvo por unos pocos enfermos en los que encontró la fe necesaria para curarlos imponiéndoles las manos. No le afecta. Sigue enseñando, que es la misión que el Padre le ha encargado. Y ese camino que arrancó de la sinagoga de Nazaret hace dos mil años le va llevando a todos los rincones de la tierra. Enseñando. Con nuestra colaboración.
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