Ir al contenido principal

Jesús carga con su Cruz

 Meditación sobre Jn 19,16–24


Después de obligar a los sumos sacerdotes a declarar: “No tenemos más rey que el César”, Pilato les entregó a Jesús para que fuera crucificado. El relato de la Pasión continúa:


Tomaron, pues, a Jesús y Él, cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: “No escribas: «El Rey de los judíos», sino: «Éste ha dicho: Yo soy Rey de los judíos»”. Pilato respondió: “Lo que he escrito, lo he escrito”. 


La profundidad de esta escena la expresa admirablemente el himno de la Carta a los Filipenses cuando, invitándonos a tener entre nosotros los mismos sentimientos que Cristo, dice:


El cual, siendo de condición divina, 

no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. 

Sino que se despojó de sí mismo 

tomando condición de siervo 

haciéndose semejante a los hombres 

y apareciendo en su porte como hombre; 

y se humilló a sí mismo, 

obedeciendo hasta la muerte 

y muerte de cruz.


Mirando a Jesús que carga con su cruz y se encamina hacia el Calvario no se sabe qué conmueve más, si la humildad del que es Dios o la obediencia a su Padre. En la humildad y obediencia amorosa de Jesús está la clave de la Redención. No en el dolor. El dolor es fruto del pecado y, en sí mismo, no es redentor. En Cristo sí, porque el Señor lo ha acogido en su Pasión y lo ha transformado en ofrenda a Dios. Ahora, viviéndolo unidos a Cristo Jesús, también los trabajos y sufrimientos de nuestra vida tienen valor Redentor.


El himno de Pablo subraya que Cristo, siendo de condición divina, se despojó de sí mismo. Me parece que lo que vamos a escuchar expresa con fuerza ese despojarse de Jesús: 


Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: “No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca”. Para que se cumpliera la Escritura: 

Se repartieron mis ropas y echaron suertes sobre mi túnica

Y esto es lo que hicieron los soldados.


Todo sucede para que se cumpla la Escritura. Jesús conoce en las Escrituras de Israel la voluntad de su Padre Dios para Él. Y se abraza a esa voluntad con fuerza. El despojamiento de sus vestiduras es un poderoso signo. Nos dice que Jesús, en la Cruz después de los terribles suplicios de la Pasión, responde a la profecía del cuarto Canto del Siervo del libro de Isaías: 


No tenía apariencia ni presencia; 

no tenía aspecto que pudiésemos estimar. 

Despreciable y desecho de hombres, 

varón de dolores y sabedor de dolencias, 

como uno ante quien se oculta el rostro, 

despreciable, y no le tuvimos en cuenta. 

¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! 

Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. 

Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. 

El castigo, precio de nuestra paz, cayó sobre él, y por sus llagas hemos sido curados.


La polémica entre Pilato y los sumos sacerdotes de los judíos acerca de la realeza de Cristo –que dice alguna cosa de interés– no son más que puerilidades. Jesús carga con su Cruz para darnos a nosotros la vida y camino de su gloria. Llegará el día en el que le veremos envuelto en el Amor del Padre. Así lo expresa la segunda parte del himno de la Carta a los Filipenses. Con el antecedente de la humildad y la obediencia de Jesús hasta la Cruz, dice:


Por lo cual Dios le exaltó 

y le otorgó el Nombre

que está sobre todo nombre. 

Para que al nombre de Jesús 

toda rodilla se doble en los cielos, 

en la tierra, y en los abismos, 

y toda lengua proclame 

que Cristo Jesús es Señor,

para gloria de Dios Padre.


Qué gran día nos espera. Qué importancia tiene ser fieles a la Cruz de Cristo.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Las mujeres de Galilea

Meditación sobre el Evangelio de San Lucas  Después de relatarnos el encuentro de Jesús con la pecadora arrepentida, San Lucas nos dice: Y aconteció luego de esto que recorrió Él una tras otra las ciudades y aldeas predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios. Con Él iban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, la llamada Magdalena, de la cual habían salido siete demonios, y Juana, la mujer de Cuza, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas, las cuales le servían de sus bienes. Qué tierra tan privilegiada es Galilea. En Galilea se encarnó el Hijo de Dios, allí vivió la Sagrada Familia tantos años, y en esa región comenzó Jesús a proclamar la Buena Nueva de Dios. Ninguna otra tierra en el mundo ha tenido una relación tan estrecha con el Señor. Los escrituristas que conocen bien esta región  consideran que ha dejado una huella profunda en Jesús, y que sus parábolas se adaptan admirablemente a Galilea: a lo amab

La Asunción de María

Meditación sobre Jn 17,24-26 Jesús termina la oración en el Cenáculo: “Padre, los que Tú me has dado quiero que donde Yo esté estén también conmigo; para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo”. Jesús nos ve como un don que el Padre le ha hecho; por eso quiere tenernos con Él. Esta petición se refiere de un modo especial a su Madre, que es el don por excelencia que el Padre le ha hecho; el don insustituible. La Redención es la obra de la Santísima Trinidad y del «Sí» de María. Por, en un sentido propio, a quien Jesús quiere tener junto a Él para que contemple su gloria es a su Madre. La Asunción de la Madre es la respuesta de Dios Padre a la petición de su Hijo.    Jesús quiere tener a su Madre junto a Él en el Cielo como la ha tenido siempre en la tierra. Y que el corazón de su Madre, junto al que empezó a latir el suyo, y que fue traspasado por el dolor en el Calvario, siga latiendo –ahora lleno de alegría– junto a Él en la gl

Yo soy la vid verdadera

Meditación sobre Jn 15,1-8 Para expresar el amor de Dios por su pueblo los Profetas de Israel recurren a distintas imágenes; todas son preciosas. Una de estas es la imagen de la viña: Dios es el viñador e Israel es su viña exquisita. Página conmovedora es la canción de la viña del profeta Isaías: Voy a cantar a mi amigo la canción  de su amor por su viña.  Una viña tenía mi amigo en un fértil otero. La cavó y despedregó,  y la plantó de cepa exquisita.  Edificó una torre en medio de ella,  y además excavó en ella un lagar.  Y esperó que diese uvas,  pero dio agraces. Ahora, pues, habitantes de Jerusalén  y hombres de Judá,  venid a juzgar entre mi viña y yo:  ¿Qué más se puede hacer ya a mi viña,  que no se lo haya hecho yo?  Yo esperaba que diese uvas.  ¿Por qué ha dado agraces? La viña ha defraudado las esperanzas y los cuidados del viñador. Israel no ha dado el fruto de santidad y justicia que Dios esperaba. Ahora escuchamos a Jesús en el Cenáculo: “Yo soy la vid verdadera, y