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Si alguno tiene sed, venga a mí

 Jn 7,1-53 La fiesta judía de las Tiendas


La enseñanza en la sinagoga de Cafarnaúm ha terminado con la terrible palabra que el Señor dirigió a sus discípulos: ¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce? Y uno de vosotros es un diablo. Y el evangelista comenta: Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste le iba a entregar, uno de los Doce. La cruz proyecta su sombra tenebrosa sobre todos los acontecimientos de la vida de Jesús. El relato continúa:


Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Y le dijeron sus hermanos: Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, pues nadie actúa en secreto cuando quiere ser conocido. Si haces estas cosas, muéstrate al mundo. Es que ni siquiera sus hermanos creían en él. 

   Entonces les dice Jesús: Todavía no ha llegado mi tiempo, en cambio vuestro tiempo siempre está a mano. El mundo no puede odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas. Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta fiesta porque aún no se ha cumplido mi tiempo. Dicho esto, se quedó en Galilea.

   Una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces subió Él también, no manifiestamente, sino en secreto. Los judíos, durante la fiesta, andaban buscándolo y decían: ¿Dónde está ése? Entre la gente había muchos comentarios acerca de él. Unos decían: Es bueno. Otros decían: No, sino que engaña al pueblo. Pero nadie hablaba de él abiertamente por miedo a los judíos. 


Todo es política: tanto el odio de los judíos como la propuesta de sus parientes, cuya lógica es la del mundo, con los milagros como medio eficaz de propaganda. Buen retrato del ambiente en el que Jesús llevó a cabo su misión.

   Ya llegará la hora en la que Jesús se mostrará al mundo, en la que será elevado sobre la tierra. Ese mostrarse será doble: Cruz y Resurrección. Los que no creen en Él no verán mas que la cruz, y no comprenderán nada, porque no la verán iluminada por la gloria que Jesús recibirá del Padre. Sólo verán el fracaso, no la Redención. Ése “muéstrate al mundo” tiene una profundidad que sólo Jesús puede comprender. Por eso, sólo Él sabe cuándo ha llegado su tiempo y, por dos veces, les dice que todavía no ha llegado. Jesús va a subir a Jerusalén en esos días, pero no a la fiesta de los judíos, sino para enseñar. Cuando llegue su tiempo Jesús dejará que los judíos, que buscaban matarlo, lo encuentren.

   Durante la fiesta reina la división y el miedo con relación a Jesús. El Señor, como sabe que todavía no ha llegado su hora, cuando suba se dedicará a llevar adelante la misión que el Padre le ha encargado y se pondrá a enseñar en el Templo.


Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Los judíos, asombrados, decían: ¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?

   Jesús les respondió: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi cuenta. El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ese es veraz; y no hay impostura en él. ¿No es Moisés el que os dio la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué queréis matarme?

   Respondió la gente: Tienes un demonio. ¿Quién quiere matarte? 

   Jesús les respondió: Una sola obra he hecho y todos os maravilláis. Moisés os dio la circuncisión (no que provenga de Moisés, sino de los patriarcas) y vosotros circuncidáis a uno en sábado. Si se circuncida a un hombre en sábado, para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí porque he curado a un hombre entero en sábado? No juzguéis según la apariencia. Juzgad con juicio justo. 


Jesús se dirige a judíos, que tienen en las Escrituras tantas páginas admirables que dan testimonio de la voluntad de Dios. No tienen más que vivir la voluntad de Dios y caerán en la cuenta que esa es la doctrina de Jesús. Porque el Hijo Encarnado no busca su propia gloria, sino la gloria del Padre que le ha enviado. Su doctrina es de Dios para que el que la escucha pueda vivir agradando a Dios. Pero los judíos no viven las Escrituras. Manifestación por excelencia es que buscan dar muerte a Jesús. Qué palabra tan fuerte la que Jesús dirige a unos hombres del pueblo elegido que están celebrando una fiesta religiosa –la de las Tiendas–, que estaba especialmente marcada por la alegría y la acción de gracias. 

   Jesús se refiere a la curación del paralítico de la piscina Probática. Como siempre, la Ley de Moisés no es más que un comodín que se usa según conviene. Pura hipocresía. El consejo de Jesús es poderoso: juzgad con juicio justo –porque con juicio justo seremos juzgados por el Justo Juez–. 


Decían algunos de los de Jerusalén: ¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es. 


El mesianismo de Cristo no depende de la imagen que se habían hecho los judíos –que por otro lado no era única, sino que los distintos grupos religiosos tenían su propia imagen del Mesías que esperaban–. Jesús es Cristo –Mesías– porque es el Hijo de Dios al que el Padre ha ungido con su Espíritu. En este sentido no tiene el menor interés que las autoridades judías lo reconozcan como Mesías. A Jesucristo no se le puede “reconocer”. A Jesus se le conoce como Mesías si nos dejamos guiar por el Espíritu de la verdad, que nos lleva hasta la verdad completa sobre Él. 


Jesús va a afirmar la divinidad de su mesianismo:


Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero Yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado. 


Enseñando en el Templo. Poderoso clamor que envolverá la tierra y resonará en el cielo para siempre: Jesús es el Enviado; el Padre es el Enviador. Jesús ha venido a dar testimonio de que el Padre le ha enviado. El que no acepta el testimonio del enviado no puede conocer al que le envía; sólo Jesucristo, el Hijo que viene del Padre, conoce al que le ha enviado.


Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.Y muchos entre la gente creyeron en él y decían: Cuando venga el Cristo, ¿hará más señales que las que ha hecho éste? Oyeron los fariseos a la muchedumbre que la gente hacía estos comentarios acerca de él, y enviaron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos guardias para que le prendiesen.

   Entonces Él dijo: Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, y me voy al que me ha enviado. Me buscaréis y no me encontraréis; y adonde yo esté, vosotros no podéis venir. 

   Se decían entre sí los judíos: ¿A dónde se irá éste que nosotros no le podamos encontrar? ¿Se irá a los que viven dispersos entre los griegos para enseñar a los griegos? ¿Qué es eso que ha dicho: “Me buscaréis y no me encontraréis”, y “adonde yo esté, vosotros no podéis venir”? 


En el largo proceso a Jesús que es el Evangelio de San Juan, nos encontramos con un intento de prendimiento. Es claro que en Jerusalén Jesús está siempre expuesto a ser detenido por las autoridades judías, que tenían un control total de la ciudad. Desde este punto de vista, Judas no aportó nada a la detención de Jesús. Si Jesús no es detenido este día en el Templo no es porque los sumos sacerdotes y los fariseos tengan miedo a la gente –tema al que San Juan no da ningún peso en su Evangelio–. La clave nos la da las palabras de Jesús: Él decide cuándo ha llegado la hora de su vuelta al Padre. Cuando llegue esa hora, Jesús será detenido por los esbirros del sanedrín, pero no porque estas gentes tengan ningún poder sobre Él, sino para que el mundo conozca que Él obra por amor y obediencia a su Padre Dios.

   Jesús es el Salvador. Llega un día en la vida que todo hombre necesita un salvador. Pero no hay más Salvador que Jesucristo; por eso, del que lo rechaza, cuando llegue ese día, dice Jesús, me buscaréis y no me encontraréis. Y les dice más: adonde Yo esté, vosotros no podéis venir. Sólo Él puede llevarnos a la Casa del Padre.

   Aunque en las palabras de Jesús resuenan las de los profetas: Buscad a Yahveh mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano.1 Pero los judíos no escuchan. Y es una pena, porque lo que Jesús va a decir ahora es muy poderoso y muy consolador:


El último día de la fiesta, el más solemne, Jesús puesto en pie clamó con voz fuerte: Si alguno tiene sed, venga a mí; y beba quien cree en mí. Como dice la Escritura, de sus entrañas brotarán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en Él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado.


La acción del Espíritu Santo en el corazón del israelita fiel se manifiesta en la sed de Dios. Así el Salmo 63:


Dios, tú mi Dios, yo te busco,

sed de ti tiene mi alma,

en pos de ti languidece mi carne,

cual tierra seca, agotada, sin agua.


Con este horizonte hay que escuchar el grito de Jesús. El Hijo de Dios ha sido enviado al mundo para saciar la sed de Dios y de vida del corazón humano. Una vez que Cristo pueda bautizar con Espíritu Santo, ríos de agua viva fecundarán el mundo.


Muchos entre la gente, que le habían oído estas palabras, decían: Éste es verdaderamente el profeta. Otros decían: Éste es el Cristo. Pero otros replicaban: ¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David? Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de él. Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. 

   Los guardias volvieron donde los sumos sacerdotes y los fariseos. Estos les dijeron: Por qué no le habéis traído? Respondieron los guardias: Jamás un hombre ha hablado como habla ese hombre. Los fariseos les respondieron: ¿Vosotros también os habéis dejado embaucar? ¿Acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo? Pero esa gente que no conoce la Ley son unos malditos. 

   Les dice Nicodemo, que era uno de ellos, el que había ido anteriormente donde Jesús: ¿Acaso nuestra Ley juzga a un hombre sin haberle oído antes y sin saber lo que hace? Ellos le respondieron: ¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale ningún profeta. Y se volvieron cada uno a su casa.


¿Quién es Jesús? Ésta es la pregunta clave. De la respuesta depende la vida de cada uno. El Evangelio de San Juan es una profunda revelación de lo que Jesús dice de sí mismo; de la respuesta que Jesús da a nuestra pregunta: Jesús, ¿quién eres? Esa es la única respuesta importante. Las opiniones de la gente no tienen interés, al margen del conocimiento de la historia de la época. Tampoco cuando dicen que Jesús es el Cristo, porque a saber qué idea tenían del Mesías. Ni las opiniones sobre Jesús de nuestro tiempo tienen el menor interés. Con relación a Jesucristo, en última instancia, yo soy el único responsable de lo que vivo. No hay cristianismo sociológico; hay que superar el instinto de vivir protegidos en la masa; hay que navegar contra corriente.

   Es admirable el testimonio que dan sobre Jesús los guardias enviados a prenderlo; admirable, muy verdadero, y valiente. Por contraste, que innoble el comportamiento de los sumos sacerdotes y los fariseos. Sus argumentos no tienen consistencia lógica ni fuerza probatoria; y cómo desprecian a todo el que no piensa como ellos. Qué triste que la Ley, en lugar de ser voz que clama en el desierto invitando a preparar los caminos del Señor, a abrir el corazón al enviado de Dios, les cierre la posibilidad de creer en Jesús.

   La intervención de Nicodemo –verdaderamente profética– deja claro que, a la hora de la verdad, tampoco la Ley les importa tanto, y que lo que de verdad está detrás es una cuestión de poder. Por eso llegarán a crucificar a Jesús. Es lo que el Señor acaba de decir: Ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué queréis matarme?


Citas:

[1] Is 55,6



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