Meditación sobre 1 Jn 1
La Carta se abre con un poderoso testimonio de la Humanidad de Jesucristo:
Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca del Verbo de Vida, –pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó–; lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo.
Qué modo tan precioso de anunciar el Misterio de la Encarnación: la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre, se nos ha manifestado. Éste es el testimonio de los apóstoles. Pueden dar testimonio porque han oído, han visto con sus ojos, han contemplado y tocado con sus manos, el Verbo de Vida hecho hombre. Lo que han visto y oído nos lo anuncian para introducirnos en la comunión que tienen con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Es comunión de vida, de vida eterna; es comunión familiar: hijos del Padre y hermanos de Jesucristo. Fruto de esta comunión es la plenitud del gozo para siempre.
La Vida se ha manifestado en Jesús de Nazaret; el mundo ha quedado transformado; todo lo humano se ha convertido en ámbito en el que el Hijo de Dios viene a encontrarse conmigo. Fruto de ese encuentro es la filiación divina, inagotable fuente de gozo.
El autor de la Carta va a desarrollar una dimensión esencial de nuestra comunión de vida con Dios:
Y éste es el mensaje que hemos oído de Él y que os anunciamos: Dios es Luz, en Él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con Él, y caminamos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la Sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos: ‘No tenemos pecado’, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: ‘No hemos pecado’, le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros.
El mensaje que el Verbo de Vida ha venido a traernos es que Dios es Luz y en Él no hay tiniebla alguna. Caminar en la luz es vivir en comunión con Dios. Las tinieblas dicen referencia al pecado. El que camina en las tinieblas ha roto la comunión con Dios, por mucho que quiera engañarse. Es la Sangre de Cristo la que nos ha trasladado desde el poder del pecado a la comunión con Dios, desde el ámbito de las tinieblas al de la luz. Si cerramos el corazón a la luz de Dios en la que nos conocemos pecadores y necesitados del perdón de Dios, si no vivimos en la verdad, hacemos mentiroso al Dios fiel y justo, al Dios que es grande en perdonar. Qué cosa tan terrible. Hasta dónde puede llevarnos la soberbia.
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