Meditación sobre Mc 1,21-28
Bordeando el mar de Galilea Jesús ha llamado a los primeros –Simón, Andrés, Santiago y Juan–, que lo han dejado todo y le han seguido. Ahora el evangelista habla en plural:
Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios”. Jesús, entonces, le conminó diciendo: “Cállate y sal de él”. Y agitándolo violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.
Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen”. Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.
Qué día tan glorioso para la sinagoga de Cafarnaúm. Desde tiempo atrás la sinagoga judía era el lugar donde resonaba la palabra que Dios dirigía a su pueblo por medio de los Profetas. Hoy esta sinagoga acogerá la Palabra consustancial de Dios, que ha venido al mundo en Jesús de Nazaret. Hoy la sinagoga de Israel adquiere su verdadero sentido y grandeza; grandeza que ya nadie le podrá quitar.
Jesús comienza a enseñar. No dejará de hacerlo nunca, y su enseñanza resuena hoy en el mundo entero con el ministerio de la Iglesia. Ya los que le escuchan en Cafarnaúm se dan cuenta de la extraordinaria novedad que Jesús trae. Y se quedan asombrados. A lo largo de los siglos ese asombro no hará más que crecer, a medida que la enseñanza de Jesús, con la obra del Espíritu de la Verdad, vaya desplegando toda su potencia de verdad y de vida.
Enseguida el Señor pone de relieve que con Él viene el Reino de Dios, y manifiesta la autoridad de su palabra. Le basta un “cállate y sal de él” para que el espíritu inmundo, muy contra su voluntad tenga que liberar al poseído que usaba como medio para profanar la sinagoga y el sábado con su presencia.
El espíritu inmundo advirtió enseguida –con la sensibilidad del que odia irremisiblemente al Dios tres veces Santo– que con Jesús llegaba la Santidad de Dios. Donde llega el Santo de Dios ya no hay espacio para Satanás y los suyos. El espíritu inmundo es echado fuera porque, efectivamente, Jesús ha venido a destruir el poder del príncipe de este mundo, ese poder que adquirió con el pecado del hombre. Hay ya aquí un signo poderoso de lo que será la Cruz y la Resurrección.
Es significativo que Jesús realice esta primera liberación de un hombre del poder de Satanás en sábado. Uno de los sentidos del sábado en el mundo judío es el recuerdo de la liberación de Egipto. Así lo dice el libro del Deuteronomio:
Acuérdate que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahveh tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo; por eso Yahveh tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado.
Con Jesús llega la plenitud de sentido del sábado, la liberación de la verdadera esclavitud, que es la esclavitud de Satanás, que nos somete al poder del pecado y de la muerte.
La sinagoga es la casa de la palabra de Dios, y el sábado es el día que Dios se ha reservado para Él. Así lo dice el libro del Éxodo:
Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado.
¿Qué justicia hay en que Satanás domine al hombre un sábado en la sinagoga? Ninguna. Jesús ha venido a traer la justicia al mundo; a restablecer los derechos de su Padre Dios. Lo que sucedió ese sábado en la sinagoga de Cafarnaúm fue glorioso, y llenará para siempre de gozo el corazón de los hombres que aman la justicia.
San Marcos termina su relato expresando la admiración de todos, que se preguntaban: “¿Qué es esto?” Realmente la pregunta es “¿Quién es éste?” Éste es el Verbo de Dios Encarnado. Llegará un día en que todo hombre conocerá la respuesta a esta pregunta. Quiera Dios que sea para bienaventuranza eterna.
Bien pronto su fama se extendió por todas partes, por toda la región de Galilea. Desde Cafarnaúm a Galilea y desde Galilea al mundo entero. La fama de Jesús va creciendo a medida que aumentan en el mundo los hombres que escuchan la enseñanza del Señor y la viven.
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