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Mostrando entradas de noviembre, 2025

La fe de María

Meditación sobre Lc 1,36-45 Nos dice San  Lucas que las últimas palabras que  el ángel Gabriel dirigió a María cuando vino a anunciarle el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios fueron: “Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque  para Dios no hay nada imposible”.   Y la respuesta de María a todo lo que Dios, por medio del ángel, le había revelado y a la invitación que le había hecho de ser madre de Jesús fue: Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Terminada su misión,    el ángel se retiró de su presencia y María, acogiendo la sugerencia del ángel, se encaminó a casa de Isabel: En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno. Isabel quedó l...

Dignos de Cristo

Meditación sobre Mt 10,32-39 La primera misión que  Jesús encargó a sus doce apóstoles estuvo limitada a las ovejas perdidas de la casa de Israel; entre las instrucciones que les dio les dijo: “A todo el que me confiese delante de los hombres, también Yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Pero al que me niegue delante de los hombres, también Yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”. Jesús nos toma en serio. Y se comportará con nosotros como nosotros nos comportemos  con Él. Si le confesamos, nos confesará; si le negamos, nos negará. La diferencia es que nosotros lo haremos delante de los hombres; Él lo hará delante de su Padre que está en los cielos.    La cosa no puede estar más clara. La única pregunta es: ¿cómo podemos confesarlo delante de los hombres? La respuesta es: viviendo como Él vivió; pasando por el mundo haciendo el bien; empleando el tiempo que Dios nos dé de vida para hacer el bien. En último extremo nos ...

Vivir según el Espíritu

Meditación sobre Ga 5,13–26 Jesús, enseñando en el Templo de Jerusalén, nos reveló que la libertad que nos hace realmente libres solo nos la puede dar Él: “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre, mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres”. De la verdadera esclavitud, que es la del pecado, sólo Dios nos puede liberar. Para liberarnos de esa esclavitud ha venido el Hijo de Dios al mundo. Con la libertad de hijos que de Él recibimos podremos quedarnos en la Casa del Padre para siempre. No hay otra libertad real que la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Todo otro planteamiento está marcado con el sello de la esclavitud del pecado. Con este horizonte escuchamos a San Pablo: Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros. Pues...

Permanecer en Jesucristo

Meditación sobre 1 Jn 3,1-10 San Lucas nos cuenta que, en cierta ocasión, cuando Jesús terminó de hacer su oración, uno de sus discípulos le pidió que les enseñase a orar. El Señor les dijo: “Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino,” . El corazón del cristianismo es poder llamar «Padre» al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. ¿Por qué tenemos esta dignidad inimaginable? Por el a mor que nuestro Padre Dios nos tiene. San Juan lo expresa con fuerza: Mirad qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y lo somos! Por eso el mundo no nos conoce, porque no le  conoció a Él . Queridísimos: ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como es. En el amor que el Padre nos ha mostrado, ese amor que nos da el poder de llegar a ser hijos de Dios, podemos fundamentar nuestra vida. Solo en ese Amor. Lo que edifiquemos e...

Revestíos del Señor Jesucristo

Meditación sobre Rom 13,7-14 San Pablo nos dice cómo tenemos que vivir los cristianos: Dad a cada cual lo que se debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido plenamente la Ley. En efecto, lo de:  No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás  y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula:  Amarás a tu prójimo como a ti mismo . La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la Ley en su plenitud. Qué palabras tan profundas y tan preciosas. Cómo simplifican la vida del cristiano. San Pablo nos dice que, en nuestra vida, lo único que tiene valor a los ojos de Dios es que vivamos la caridad. Todas las deudas se pueden –y se deben– saldar; todas menos una: la del mutuo amor. Esta deuda, que es la manifestación del mandamiento que contiene todos los otros mandamientos, y que es el cumplimiento...

Himno al Amor de Dios

Meditación sobre Rom 8,28-39 El Apóstol va a cerrar este admirable capítulo de su  Carta con un himno al Amor de Dios. Pero antes traza una síntesis del plan de salvación dispuesto gratuitamente y actuado por Dios a favor de los creyentes: Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Porque a los que de antemano conoció, a ésos los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que Éste sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos los justificó; y a los que justificó, a ésos también los glorificó. Qué comienzo tan precioso. Los cristianos sabemos, porque nos lo ha revelado el Hijo, que es el único que conoce al Padre, que la clave de la vida cristiana es corresponder con nuestro amor al Amor de Dios; sabemos que así abrimos espacio a la intervención de Dios para nuestro bien; y sabemos que así llegare...

Esperanza de la gloria futura

Meditación sobre Rom 8,18-27 Seguimos meditando esta página admirable de la Carta a los Romanos. El Apóstol nos acaba de decir: El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que  padezcamos  con Él, para ser con Él también glorificados. Con este horizonte continuamos: Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.   Qué gran verdad si entendemos que los sufrimientos del tiempo presente, en sí mismos considerados, no tienen sentido. La clave es unirlos a la Cruz de Cristo, padecer con Cristo para ser con Él también glorificados. La multitud de cristianos fieles a Jesucristo –muchos hasta derramar su sangre– a lo largo de la vida de la Iglesia confirma la verdad de estas palabras de San Pablo. El Apóstol nos va a decir que t ambién la creación espera, con ansia, n...

La ley del Espíritu

Meditación sobre Rom 8,1-17 Este capítulo tiene una importancia particular en la Carta a los Romanos. El Apóstol lo comienza con una afirmación decisiva: Así pues, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la Ley, reducida a la impotencia de la carne, Dios lo ha hecho posible: enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y a causa del pecado, ha condenado el pecado en la carne, a fin de que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no andamos según la carne, sino según el Espíritu. Qué revelación tan preciosa. El núcleo es, como siempre, el amor que Dios nos tiene, ese Amor que le lleva a enviarnos a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado para condenar el pecado en la carne ; y a enviarnos su Espíritu, cuya ley nos libera de la ley del pecado y de la muerte y nos da la vida en Cristo...

¡Oh mujer, grande es tu fe!

Meditación sobre Mt 15,21-28 Jesús, enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm, nos revela: “Nadie puede venir a mí si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y  Yo lo  resucitaré el último día".   Lo que mueve al Padre a enviarnos a su Hijo y a llevarnos al encuentro con Él es la compasión: Dios, que no puede padecer, puede compadecer ; y se compadece de su criatura sometida al poder de Satanás y de la muerte. Y la razón última por la que el Dios vivo y dador de vida nos lleva al encuentro con su Hijo es para que Jesús nos resucite el último día. Con el horizonte de las palabras de Jesús vamos a escuchar lo que nos dice San Mateo: Después que Jesús salió de allí, se retiró a la región de Tiro y Sidón. En esto una mujer cananea, venida de aquellos contornos, se puso a gritar diciendo: “¡Señor, Hijo de David, apiádate de mí! Mi hija está poseída cruelmente por el demonio”. Pero Él no le  contestaba palabra . Los discípulos se le acercaron y le rogaron, diciendo: “Desp...

Conoceréis que Yo soy

Meditación sobre Jn 8,21-30 Jesús está enseñando en el Templo de Jerusalén. Como siempre en se enseñanza, Jesús nos deja una profunda revelación sobre sí mismo: Jesús les dijo otra vez: “Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado.  Adonde Yo  voy, vosotros no podéis ir”. Los judíos se decían: “¿Es que se va a suicidar, pues dice: «Adonde yo voy, vosotros no podéis ir»?” Él les decía: “Vosotros sois de abajo, Yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, Yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados”. Si no creen que en Jesús está Dios que viene a salvarlos de la esclavitud del pecado –es el sentido del: «Yo Soy» en Éxodo 3,14– no podrán acompañarlo cuando vuelva a la Casa del Padre.    Tres veces les dice Jesús que morirán en sus pecados.  No es una amenaza; es una invitación a la conversión. Jesús no ha venido a condenar sino a salvar; ha sido enviado ...