Meditación sobre Mc 13,24-37
Jesús termina su revelación escatológica con el anuncio de su Venida gloriosa, el gran acontecimiento que llena de contenido la fe y de seguridad la esperanza de los cristianos que luchan por mantenerse fieles a Cristo en medio de las persecuciones, y enseñándonos cómo podemos llegar a formar parte de sus elegidos:
“Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo y las potestades de los cielos se conmoverán. Entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria; y enviará a los ángeles y reunirá de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo”.
Será un día terrible. El nuevo y definitivo comienzo hará irrupción en medio de una catástrofe de ámbito universal –que Marcos describe con el lenguaje de las Escrituras–. Será un día glorioso, que culminará en la visión del Hijo del Hombre que viene con gran poder y gloria. Ahora solo nos queda luchar –con la gracia de Dios– para llegar a pertenecer a ese grupo de sus elegidos a los que se refiere el Señor, reunidos por sus ángeles desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo. Pertenecer a los elegidos del Hijo del Hombre es lo único verdaderamente importante en nuestra vida.
Jesús nos va a dar unos consejos para que podamos vivir de tal modo que lleguemos a formar parte de sus elegidos. En el primero nos dice: «aprended»:
“De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que Él está cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mas de aquel día y hora nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”.
Qué interesante es esta parábola; qué interesante que tengamos que aprender de la creación a estar atentos a los signos de los tiempos. Es como si la higuera -y por extensión todo el reino vegetal- estuviese, año tras año, anunciándonos la Parusía. La razón última es que Jesús es el Verbo de Dios, y que todo se hizo por Él y sin Él no se hizo nada de cuanto existe. Jesús ha grabado en su obra creadora el sello de su Venida para crear un cielo nuevo y una tierra nueva.
Porque es la Palabra de Dios, las palabras de Jesús tienen validez eterna. Son lo único permanente. Solo en sus palabras podemos edificar nuestra vida. Todo lo demás –el cielo y la tierra– pasará. ¿Cuándo? No sabemos. Ni siquiera el Hijo lo sabe. Él ha venido a darnos a conocer lo que ha oído a su Padre, y deja claro que el día y la hora de su Venida no se lo ha oído. Importante la revelación que Jesús hace de sí mismo en la gradación con que cierra sus palabras.
Consecuencia del desconocimiento del día y la hora es la exhortación a la vigilancia, a estar preparados para la llegada del Señor glorioso. El segundo consejo que nos da para que lleguemos a pertenecer al grupo de sus elegidos es: «velad»:
“Estad atentos, velad, porque no sabéis cuándo será el momento. Es como un hombre que al marcharse de su tierra, y al dejar su casa y dar atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, ordenó también al portero que velase. Por eso, velad, porque no sabéis a qué hora volverá el señor de la casa, si por la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o de madrugada; no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!”
Qué parábola tan sencilla y tan preciosa. Tres veces, cada vez con más apremio, nos invita el Señor a todos a velar. Como de la creación, también tenemos que aprender de los acontecimientos ordinarios de la vida social. Para el que sabe escuchar, todo es una palabra que le habla de la venida del Hijo del Hombre con gran poder y gloria; una palabra que le invita a estar preparado cuando el Señor convoque a sus elegidos.
Estas palabras de Jesús invitándonos a vivir en vela preparando su Venida dan a nuestra vida, a la más ordinaria de las jornadas de nuestra vida, un relieve y un alcance inimaginable; abren nuestra vida al encuentro definitivo con el Hijo del Hombre que viene entre nubes con gran poder y gloria. Qué poder tienen las palabras de Jesús. Es el poder del amor que nos tiene. Sus palabras son portadoras del amor que le lleva a venir a buscarnos; y a insistirnos para que velemos, para que estemos preparados, no sea que, viniendo de repente, nos encuentre dormidos.
Porque sus palabras son portadoras del Amor con el que el Padre le ama a Él, Jesucristo nos puede decir: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. Lo único importante en nuestra vida es escuchar y guardar las palabras del Hijo de Dios.
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