Meditación sobre Jn 17,9-19
Ahora la oración de Jesús se convierte en intercesión por sus discípulos, por los que creen en Él, por los que han acogido la voluntad del Padre de transformarlos en un don para su Hijo. Jesús reza por ellos para que la primera comunidad cristiana crezca con salud y fortaleza:
“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has dado, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío, y he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y Yo voy a ti. Padre Santo, cuida en tu Nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros”.
Lo que mueve a Jesús a rezar por sus discípulos es que son del Padre y el Padre se los ha dado. También le mueve el que va a dejar a sus discípulos solos en el mundo. Y le pide al Padre Santo que los cuide en su Nombre, para que puedan vivir la unidad que hay entre ellos. Los que el Padre le ha dado manifiestan, con su vida fiel a ser un don, que Jesús es el enviado del Padre.
Jesús continúa:
“Cuando estaba con ellos, Yo cuidaba en tu Nombre a los que me diste. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti; y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como Yo no soy del mundo”.
Jesús vuelve al Padre. Ha consumado la obra que el Padre le ha encomendado realizar., por eso la alegría. Parte importante de esa obra ha sido cuidar en Nombre del Padre a los que el Padre le ha dado. Uno ha rechazado la obra del Padre en él y no ha querido pertenecer al grupo de los que el Padre dio a su Hijo. Estaba ya anunciado en la Escritura. Jesús se va pero no les deja solos. Les deja en el mundo, que les odia porque no son del mundo, como Jesús no es del mundo. Pero no les deja desamparados. Les deja con la fuerza de su oración y de la palabra del Padre.
Jesús sigue pidiendo por los que el Padre le ha dado:
“No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como Yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es la verdad. Como Tú me has enviado al mundo, Yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad”.
En el Templo de Jerusalén, polemizando con los judíos, Jesús les dijo:
“Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque Yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi Palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador? Si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; vosotros no las escucháis, porque no sois de Dios”.
Me parece que este es el horizonte para entender la oración de Jesús. Va a enviar a sus discípulos –que no son del mundo, como tampoco lo es Él– al mundo dominado por el Maligno –el príncipe de este mundo–, como Él fue enviado por el Padre. Por eso pide al Padre que guarde del Maligno y santifique en la verdad a los suyos; y aclara que la palabra de Dios es la verdad. La palabra de Dios es portadora de la verdad y de la santidad de Dios.
No hay otro acceso a la santidad de Dios mas que la obediencia amorosa a su palabra. Lo que hay que hacer, que es lo que hizo Jesús, es escucharla, guardarla en el corazón, y vivirla. Así se ha santificado Jesús a sí mismo, obedeciendo hasta la Cruz; y así ha hecho a sus discípulos capaces de acoger la palabra del Padre y llevarla al mundo. Contando con el auxilio de la oración de Jesús y de la palabra del Padre, no hay que tener ningún miedo ni al Maligno ni al mundo.
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