Meditación sobre Rom 8,14-30 San Pablo acaba de decirnos que nosotros somos deudores de Dios y de la vida que de Él recibimos; no somos deudores de la carne. En esta línea el Apóstol continúa: En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: “¡Abbá, Padre!” El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo; con tal de que padezcamos con Él, para ser con Él también glorificados. Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Los hijos de Dios son los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios. Se dejan introducir en el Misterio Pascual de Cristo, el misterio de su Pasión y Resurrección: padecer...
Meditaciones para amigos