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El «Fiat» de María

 Meditación sobre Lc 1,38


El día de la Anunciación, el ángel Gabriel reveló a María de Nazaret que Dios la había escogido y preparado –es la llena de gracia– para ser la Madre de su Hijo. En la versión latina del Evangelio de San Lucas la respuesta de María es:


“Ecce ancilla Domini; fiat mihi secundum verbum tuum”.


Del obrar de la Santísima Trinidad, y de la acogida de María al plan de Dios, brota el misterio de la Maternidad Divina. En el «Fiat» de María se contiene ese misterio. 


El pecado entró en el mundo porque, en el origen, hubo una mujer –Eva– que no acogió el plan de Dios que, ante la sugerencia de la serpiente, no pronunció el fiat a la voluntad de Dios. Así abrió la puerta a la muerte y cerró el paso a que el hombre pudiera acoger plenamente la voluntad de Dios. Hasta María. María es la mujer a la que Dios se refiere en la palabra que dirigió a la serpiente: 

“Enemistad pondré entre ti y la mujer, 

y entre tu linaje y su linaje: 

él te pisará la cabeza 

mientras acechas tú su calcañar”


El Fiat de María manifiesta que Dios ha puesto en Ella la enemistad con Satanás, y expresa lo que ha sido la vida de la doncella de Nazaret hasta la Anunciación. 

   El Fiat de María contiene todo el sí a Dios del Israel fiel y de todo corazón noble. Todo sí a Dios desde el origen dice relación a la Maternidad divina de María. Por eso, todo el que es de la verdad y desea, por encima de todo, decirle siempre que sí a Dios, siente una atracción especial por la Madre de Dios.

   El Fiat de María es el sí a Dios en el que Jesús vino al mundo y en el que creció en sabiduría, en edad, y en gracia; y es el sí en el que volverá al Padre. Al pie de la Cruz de su Hijo, María conocerá el profundo sentido del Fiat que, poco más de treinta años antes, había dado a Dios. Descubrirá de qué contenido tan imprevisible se había ido llenando aquel Fiat, y como se iba a dilatar de modo insospechado. Nos dice San Juan en su Evangelio: 


Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.


En el Cenáculo, cuando descienda el Espíritu Santo el día de Pentecostés, María descubrirá que su Fiat lo es también a ser la Madre de la Iglesia. Y comprenderá que lo que su Hijo le pidió desde la Cruz es que acogiese en su maternidad a todo el que quiera ser acogido. Qué misterio tan insondable es el Fiat de María. Como es un sí a la voluntad de Dios en él caben todas las personas, y está siempre abierto a lo que Dios quiera, sin condiciones ni limitaciones. Por eso solo puede vivirse en la fe. 

   La Maternidad de María es un misterio que culmina en la Asunción. La Asunción es la respuesta de Dios al Fiat de María, y la condición para que pueda vivirlo plenamente: para que pueda llevar a cumplimiento su ser Madre del Hijo de Dios y Madre de la Iglesia. Qué asombroso el fruto que ha dado la confianza en Dios de la doncella de Nazaret Acoger en la propia casa a la Madre de Jesús es acoger esa confianza, acoger su fiat a la voluntad de Dios. 




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