Meditación sobre Jn 8,31-45 Jesús está enseñando en el Templo. El evangelista nos ha dicho que, al escucharle cómo habla, muchos judíos han creído en Él. A estos se dirige ahora el Señor: Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en Él: “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres. Ellos le respondieron: “Nosotros somos descendencia de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: «Seréis libres?»” Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre; mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres”. Qué estructura tan marcada tiene la invitación de Jesús a ser libres. Todo empieza con la fe en Jesús, con la acogida de su Palabra y con ser verdaderamente sus discípulos. Entonces, solo entonces, conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. ...
Meditación sobre Ga 5,13–26 Nos dice San Juan que Jesús, enseñando en el Templo de Jerusalén, nos reveló, de modo solemne, que la libertad que nos hace realmente libres solo nos la puede dar el Hijo: “En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre, mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres”. De la verdadera esclavitud, que es la del pecado, sólo Dios nos puede liberar. Para liberarnos de esa esclavitud ha venido el Hijo de Dios al mundo. Con la libertad de hijos que de Él recibimos podremos quedarnos en la Casa del Padre para siempre. No hay otra libertad real que la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Todo otro planteamiento está marcado con el sello de la esclavitud del pecado. Con este horizonte escuchamos a San Pablo: Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario...