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Mostrando entradas de mayo, 2025

Le pondrás por nombre Jesús

  Meditación sobre Mt 1,18-24 Mateo abre su Evangelio con la genealogía de Jesús. La genealogía termina diciendo:  y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo . El evangelista prosigue: La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados”.    Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: « Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que...

La armadura de Dios

Meditación sobre Ef 6,10-20 Las Cartas de San Pablo están cuajadas de páginas admirables, dedicadas a invitarnos a luchar para ser fieles a Jesucristo. Son unas páginas en las que el Apóstol se va centrando en todas las dimensiones de la vida de fe del cristiano. Son páginas que hay que leer despacio, meditar en la oración y, con la gracia de Dios, esforzarse en vivirlas. Esta página que vamos a meditar ahora se centra en las armas necesarias para vencer en la lucha, lucha cuya finalidad es permanecer fieles a Cristo Jesús. Por lo demás, confortaos en el Señor y en la fuerza de su poder; revestíos con la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, porque no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados, las potestades, las dominaciones de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires. Por eso,  poneos  la armadura de Dios para que podáis resistir en  el día   malo y , tras vencer en ...

Caminad en el amor

Meditación sobre Ef 5,1-10 San Pablo acaba de decirnos: No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención. Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros. Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo En este horizonte continúa: Imitad, por tanto, a Dios, como hijos queridísimos, y caminad en el amor, lo mismo que Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y ofrenda de suave olor ante Dios. Qué palabras tan admirables. En estas pocas líneas está contenido el misterio del cristianismo, que es un misterio de amor familiar. Emociona pensar que somos hijos queridísimos de Dios, que podemos imitar a nuestro Padre Dios caminando en el amor, por ese camino que ha abierto Cristo, y que le ha llevado a entregarse por nosotros como oblación y ofrenda de suave olor ante Dios.    Me parece que hay que dejar que...

El Padre está en mí y Yo en el Padre

  Meditación sobre Jn 10,31-42 El día de la fiesta de la Dedicación, en el Templo, en el pórtico de Salomón, Jesús culmina su revelación diciendo: «Yo y el Padre somos uno». La reacción de los judíos es inmediata: Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: “Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?” Le respondieron los judíos: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios”. Jesús no se hace a sí mismo Dios; Jesús revela de muy variados modos que Él es Dios, que no es el mismo. Este es el drama del que escucha las palabras de Jesús: o las escucha con fe y acepta que Jesús es Dios Hijo, o le parecen una blasfemia y, entonces, de acuerdo con la ley de Moisés, debe ser apedreado hasta la muerte.    Jesús desvía la atención de esas gentes hacia sus obras. Lo primero que deja claro es que vienen del Padre. Él ha veni...

Yo y el Padre somos uno

  Meditación sobre Jn 10,22-30 Otra vez está Jesús enseñando en el Templo de Jerusalén. La profunda revelación que vamos a escuchar brota de la pregunta que le hacen los judíos. Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: “¿Hasta cuándo vas tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente”. Es igual cómo se lo diga porque, como no creen en Él, no van a recibir su palabra como Palabra de Dios; las recibirán como palabra de hombre; y la palabra de hombre no nos puede llevar al misterio de Jesús, el Cristo, al misterio del Hijo de Dios.    Pero Jesús no habla solo para ese puñado de judíos que se acercan a Él en el pórtico de Salomón. Eso sería perder el tiempo. Jesús habla para los millones de cristianos que creerán en Él a lo largo de los siglos, y que están deseando acoger sus palabras en la fe como Palabra de Dios. Por eso la poderosa...

Tres invitaciones a la conversión

Meditación sobre Lc 12,54-13,5 Nos dice San Marcos que Jesús comenzó sus años de la vida pública con una revelación y una invitación: Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva” . Solo Jesús nos puede revelar que el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, porque el tiempo al que se refiere el Señor se cumple con su venida, y Él trae el Reino de Dios. Solo Jesús nos puede invitar a la conversión y a la fe en el Evangelio, porque Él es la Buena Nueva. Hasta que el Padre nos envió a su Hijo, nada era realmente bueno ni realmente nuevo, porque todo estaba marcado con el sello de la muerte eterna. Con este horizonte escuchamos las palabras que Jesús nos dirige algún tiempo después: Decía a las multitudes: “Cuando veis que sale una nube por el poniente, enseguida decís: «Va a llover», y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: «Viene bo...

Yo soy la Luz del mundo

Meditación sobre Jn 8,12-20 Jesús está enseñando al pueblo en el Templo de Jerusalén. Después del encuentro con la mujer adúltera el evangelista nos dice: Jesús les habló otra vez diciendo: “Yo soy la Luz del mundo; el que me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Jesús es el Hijo Unigénito de Dios. Ha venido al mundo, que estaba envuelto en las tinieblas del pecado y de la muerte, para iluminarlo con la vida que recibe del Padre. Para eso nos dará a participar de su filiación divina. Así podremos seguirlo y no caminaremos en tinieblas: tendremos la luz de la vida gloriosa de los hijos de Dios. San Pablo, en la Carta a los Gálatas, lo expresa admirablemente: Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la Ley, para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ¡A...

Tampoco Yo te condeno

Meditación sobre Jn 8,1-11 Estamos en Jerusalén, ya muy cerca de la Pasión. San Juan nos dice: Jesús se fue al monte de los Olivos. De madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. El Señor ha puesto su cátedra en el Templo y enseña, rodeado de todo el pueblo, la verdad que ha oído de Dios porque, todo lo que ha oído de su Padre nos lo ha hecho conocer. Allí, en el Templo de Jerusalén, estamos todos los que deseamos, mas que nada en el mundo, escuchar la enseñanza de Jesús, porque solo Él habla las palabras de Dios, solo Él tiene palabras de vida eterna. Los escribas y  fariseos le llevan  una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarlo. Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la...

No llores

Meditación sobre Lc 7,11-17 Después del encuentro de Jesús con el centurión, que tuvo lugar en Cafarnaúm, el evangelista nos dice: Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre –que era viuda–, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: “No llores”. Y acercándose tocó el féretro; los que lo llevaban se pararon. Y dijo: “Joven, a ti te digo, levántate”. El muerto se incorporó y se puso a hablar. Y se lo dio a su madre. A la salida de Naím parece que se encuentran dos muchedumbres. No. Realmente se encuentran dos personas: Jesús y una mujer. El encuentro lo provoca la mirada de Jesús, una mirada que brota de su corazón. Por eso no ve la muchedumbre ni el alboroto; ve las lágrimas de la madre. Nadie le pide nada, y Él no pide nada. Todo es obra del amo...