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Mostrando entradas de octubre, 2024

La fe de María

  Meditación sobre Lc 1,38-45 El encuentro de Jesús con un centurión en Cafarnaúm termina con una alabanza de la fe: “Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande” . Y lo mismo con la mujer sirofenicia: “¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres” . Y en tantos otros encuentros. A Jesús le admira encontrar personas de fe, porque la fe es la puerta que abre la vida del hombre a la Salvación. Además, en todas estas alabanzas resuena la primera alabanza de la fe que, inspirada por el Espíritu Santo encontramos en los Evangelios, que es la alabanza de la fe de María; Jesús está alabando la fe de su Madre, que es la fe que hace posible la del centurión, la de la cananea y la nuestra. El relato de la Anunciación termina con el acto de fe de María: Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel dejándola se fue. Y, acogiendo la sugerencia que el ángel le dio –quizá para confirmarla en la fe, desde luego para dejarnos un po...

La oración de los elegidos de Dios

  Meditación sobre Lc 18,1-8 Jesús, en la parábola que vamos a escuchar, nos invita a pedir con insistencia; y nos da la seguridad de que Dios escuchará nuestra oración. Estos son los dos mensajes de la parábola. Estos dos mensajes le dan pie para hacernos una pregunta que es realmente estremecedora. Escuchemos:   Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer, diciendo:     “Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: ¡Hazme justicia contra mi adversario! Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme”.      Dijo, pues, el Señor: “Oíd lo que dice el juez injusto. ¿Y Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aun ...

El encuentro con Marta y María

  Meditación sobre Lc 10,38-42 San Juan termina el prólogo de su Evangelio diciéndonos:  A Dios nadie lo ha visto jamás;  el Unigénito, Dios,  el que está en el seno del Padre,  Él mismo lo dio a conocer. El Hijo de Dios ha venido al mundo a darnos a conocer a su Padre. Solo Él, que está en el seno del Padre, puede hacerlo. Y Jesús recorre los caminos de Palestina y, luego, con la colaboración de su Iglesia, los caminos del mundo, para darnos a conocer a su Padre. Por eso es decisivo escucharlo, como el mismo Jesús subraya en esta página del Evangelio de San Lucas:  Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. Tenía esta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra; Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude”.     Le respondió el S...

¡Oh Dios! Ten compasión de mí

Meditación sobre Lc 18,9-14 Vamos a escuchar una parábola sobre la oración. El evangelista deja claro a quien dirige Jesús sus palabras.  Dijo también esta parábola a algunos que confiaban mucho en sí mismos, teniéndose por justos, y despreciaban a los demás. Es una parábola dirigida, con la intención de que se conviertan, a los que se tienen por justos y, por eso, confían mucho en sí mismos y desprecian a los demás. ¿A cuánta gente le habrá cambiado la vida esta parábola a lo largo de estos dos mil años de historia de la Iglesia? ¿Cuánta gente, al escucharla, habrá caído en la cuenta que solo Dios es Justo y que solo en Él podemos confiar? ¿Cuánta gente al meditar esta parábola habrá comprendido que Dios no quiere que juzguemos ni despreciemos a nadie, que Dios quiere que queramos a todos? Desde luego las palabras de Jesús dan vértigo. Piensas en la historia de esta parábola desde que Jesús la predicó, a cuántos corazones habrá llegado, cuántos corazones habrá convertido, y experi...

Servid al Señor

  Meditación sobre Rom 12,9-21 San Pablo comienza la parte de la epístola que dedica a la conducta del cristiano con una revelación muy poderosa. Para entender las palabras del Apóstol, tenemos que escuchar antes el diálogo que nos ha dejado San Juan entre Jesús y la mujer samaritana. Primero habla la samaritana:  Le dijo la mujer: “Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros decís que el lugar donde se debe adorar está en Jerusalén”.     Le respondió Jesús: “Créeme, mujer, llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, y es ésta, en la que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorar en espíritu y en verdad”. Los adoradores que ...

Vosotros sois mis amigos

  Meditación sobre Jn 15,12-17 Estamos en el Cenáculo. Jesús acaba de decirnos que ha venido al mundo para traernos el amor con el que el Padre le ama a Él, y que permaneceremos en su amor si guardamos sus mandamientos. Guardar las palabras de Jesús es la clave de la vida del cristiano. “Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”.  Me parece que es esencial entender –en la medida en que podamos entenderlo, claro– la relación de la que Jesús nos habla entre amistad y obediencia: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando” . Guardar las palabras de Jesús, hacer lo que nos manda, es la clave para que Jesús nos haga sus amigos; y es la puerta para entr...

La intercesión de Moisés

  Meditación sobre Ex 32,7-14 Cuando Dios eligió a Moisés para hacerse responsable de Israel, este gran hombre aprendió enseguida que interceder era dimensión fundamental de la misión que Dios le había encargado. El libro del Éxodo nos cuenta que, en el marco de la Alianza del Sinaí, cuando Moisés estaba todavía con Dios en el monte,   El Señor dijo a Moisés: “¡Anda, baja! Porque tu pueblo, el que sacaste de la tierra de Egipto, ha pecado. Bien pronto se han apartado del camino que Yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él, le han ofrecido sacrificios y han dicho: «Éste es tu Dios, Israel, el que te ha sacado de la tierra de Egipto»”. Y dijo El Señor a Moisés: “Ya veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Déjame ahora que se encienda mi ira contra ellos y los devore; de ti, en cambio, haré un gran pueblo”. Moisés comprende que Dios le está poniendo a prueba, y su respuesta es una de las páginas más profundas de las Escrituras de I...