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Mostrando entradas de 2022

Si nos acusa el corazón

Meditación sobre 1 Jn 3,11–22 El mensaje que Dios nos dirige desde el principio es que nos amemos unos a otros. Así se lo pidió a Caín cuando vio lo que se estaba fraguando en su corazón:  Yahveh dijo a Caín: “¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado, acechando como fiera que te codicia y a quien tienes que dominar” .  Caín no escucha a Dios: Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos al campo”. Y cuando estaban en el campo, Caín se alzó contra su hermano Abel, y lo mató . El Señor le manifiesta su tristeza:  Yahveh dijo a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” Contestó: “No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?” Replicó Yahveh: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo” .  Qué terribles las dos preguntas que Dios dirige al que acaba de matar a su hermano. Preguntas a las que responde la sangre derramada de Abel. El Hijo de...

Nacimiento de Jesús

Meditación sobre Lc 2,1-20 El lugar del nacimiento de Jesús lo determina algo tan fortuito como un viaje motivado por un tema tan prosaico como los impuestos. Mientras el gran Imperio Romano alardea de poder con el censo, nace el que pondrá fin a todos los imperios de este mundo, ante el que se doblará toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los abismos. Realmente, qué misterioso es el modo de obrar de Dios, y qué valor tienen a sus ojos las circunstancias ordinarias de la vida. Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días...

Permanecer en el Hijo y en el Padre

Meditación sobre 1 Jn 2,18-29 Estamos en la última horra; el hombre, cada hombre, vive en el horizonte del Juicio; nos vamos juzgando día a día con nuestras decisiones; es lo que nos dice esta Carta: Hijos míos, es la última hora. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la última hora. Salieron de entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros.  Muchos cristianos han dejado la Iglesia y ahora son enemigos de Cristo; y procuran apartar a los hombres de la verdad de Cristo. Son anticristos. El apóstol previene a los suyos para que estén vigilantes y no se dejen apartar del Señor: Hijos míos, es la última hora . Es la hora en la que queda claro quien es de Cristo y quien no. Por eso la última hora no tiene un sentido cronológico sino soteriológico, de salvació...

Permanecer en Jesucristo

Meditación sobre 1 Jn 3,1-10 San Pablo, en la Carta a los Gálatas, nos dice: Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios. Que podamos clamar a Dios ¡Abbá, Padre! es el misterio que está en el corazón del cristianismo. Un misterio que tiene su principio y es fruto del amor que nuestro Padre Dios nos tiene: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a Él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esper...

El signo del pan

Meditación sobre Jn 6,1-15 El capítulo sexto del evangelio de San Juan, centrado en la revelación que Jesús hace de la Eucaristía en la sinagoga de Cafarnaúm, es de una importancia extrema para la vida de la Iglesia. El evangelista lo introduce con el gran signo del pan: Después de esto partió Jesús al otro lado del mar de Galilea, de Tiberíades, y le seguía una gran muchedumbre, porque veían las señales que hacía con los enfermos.  La muchedumbre que sigue a Jesús hasta el otro lado del mar es gente que busca la vida, porque la vida es el verdadero anhelo del corazón humano. Hemos sido creados por el Dios vivo y hemos sido creados para la vida, para la vida plena, para la vida eterna. Las curaciones que el Señor realiza son señales de que con Él ha llegado el Reino de Dios, la vida que la humanidad esperaba desde que, a raíz del pecado del origen, la muerte se enseñoreó de la creación. Por eso las obras de Jesús son, para el que quiere ver, signos que llevan a la fe en Él. Subió J...

El encuentro con Bartimeo

Meditación sobre Mc 10,46-52 El evangelista nos ha dicho que Jesús y los suyos iban de camino subiendo a Jerusalén. El Señor ya les ha revelado lo que allí le espera. La última etapa del camino arranca en Jericó.  Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al lado del camino pidiendo limosna. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos le increpaban para que callara, pero él gritaba mucho más: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y dijo: “Llamadle”. Llaman al ciego, diciéndole: “¡Ánimo, levántate! Te llama”. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: “¿Qué quieres que te haga?” El ciego le dijo: “Rabbuní, ¡que vea!” Jesús le dijo: “Anda, tu fe te ha salvado”. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino. En cuanto Bartimeo se pone a gri...

La Casa de mi Padre

Meditación sobre Jn 2,13-25 Hacia el año 740 el profeta Isaías tuvo una visión en el Templo de Jerusalén. Ese día escuchó la llamada de Dios. El relato de su vocación comienza así: El año de la muerte del rey Ozías vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de Él; cada uno tenía seis alas: con un par se cubrían la faz, con otro par se cubrían los pies, y con el otro par aleteaban. Y se gritaban el uno al otro:  «Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot:  llena está toda la tierra de su gloria». Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban, y la Casa se llenó de humo. Y dije:  ¡Ay de mí, que estoy perdido,  pues soy un hombre de labios impuros,  y entre un pueblo de labios impuros habito:  que al rey Yahveh Sebaot han visto mis ojos! Casi ocho siglos después Jesús entrará en el Templo de Jerusalén –un edificio mucho más imponente que el del tiempo de ...

Grande en perdonar

Meditación sobre Is 55,6-9 Cuando nos disponemos a escuchar a un profeta de Israel ya sabemos lo que nos va a decir. Quizá no sepamos cómo nos lo va a decir –eso dependerá de cada profeta–, pero sí sabemos que nos va a invitar a abandonar los caminos que nos alejan de Dios y a convertirnos al Señor, a que seamos conscientes de nuestra condición de pecadores y a que nos volvamos a Dios confiando en su misericordia. Nos va a invitar a vivir la extraordinaria experiencia de encontrarnos con el perdón de Dios, que es lo único que de verdad llena de gozo y esperanza el corazón del hombre. Ésa es la misión de los profetas en Israel; para eso han sido elegidos y enviados por Dios. En el oráculo que vamos a escuchar, primero habla el profeta:  Buscad a Yahveh mientras se deja encontrar, llamadle mientras está cercano.  Abandone el impío su camino,  el hombre inicuo sus pensamientos,  y vuélvase a Yahvéh,  que tendrá compasión de él;  a nuestro Dios,  que se...